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jueves, 4 de diciembre de 2014

Mente, cuerpo y alma: alcanzar el equilibrio

Es un gimnasio, no lo es tanto, o es más que eso;  “El Gato” lo llama “Club Desamparados” y dice que el único requisito para entrar es la portación de don, claro, no el don prodigio sino más bien alguna condición, ¿extraña?, que no se adecua a los parámetros establecidos como normales. Le gusta que sea así, y afirma que en este lugar se reúnen los incomprendidos que sienten como si se conocieran desde siempre.
“El Gato” es preparador físico e instructor de KAPAP, es también artista, masajista, dibujante, poeta, hombre, macho, egocéntrico casi en demasía y lo reconoce; transmite seguridad, a nosotras que hablamos con él y a lxs van a entrenar al parecer también.  Se mueve con agilidad delante nuestro para mostrarnos un poco de lo que hace.
Entrena a hombres y mujeres pero su debilidad siempre serán las mujeres. Con ellas tiene un sistema especializado de acompañamiento: las clases duran entre una hora u hora y media durante las cuales practican ejercicios provenientes de distintas disciplinas, como el boxeo, kick boxing, artes marciales, algo de entrenamiento militar. Se utilizan instrumentos “que se encuentran en cualquier casa para que las mujeres puedan defenderse en una situación de peligro", comenta el entrenador.


El gimnasio, además, es un lugar de juego; colgadas del trapecio, las anillas o las telas, las chicas se distienden como cuando niñas pero se vuelven feroces cuando golpean al entrenador. “Yo las entreno física y mentalmente” se regocija “El Gato”; físicamente porque el ejercicio deja “una consecuencia estética y se sienten más seguras”, mentalmente “se transforman en guerreras” se ríe. 

miércoles, 3 de diciembre de 2014

En busca de la revolución

Sonriente, algo alterado y colmado de esa predisposición con la que pocas personas cuentan, Martín comienza a relatar, relata, comenta, pone al descubierto su constante lucha por la transformación social. Lo intenta desde la organización política, pero también a través del teatro, la música y la fe cristiana.


Desde 2011, cuando dejó su Chos Malal natal para comenzar a estudiar Comunicación Social en Fiske Menuco,  Martín forma parte de la organización universitaria Independencia en Lucha, que funciona en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales (FaDeCS) hace diez años. Es una agrupación de base,  de izquierda, independiente y autónoma. Se despliega de manera horizontal y su objetivo principal es contribuir desde adentro de la facultad con la deseada revolución social.
Martín nos comenta, entre historias familiares y anécdotas estudiantiles, cómo su interés por la militancia va tomando cada vez más fuerza.

jueves, 25 de septiembre de 2014

El hambre no espera

        “El hambre no espera” sentencia María Colipe, mejor conocida como Doña Maruca, mientras revuelve la olla de estofado que alimentará a más de treinta personas entre niños, niñas, sus madres, algunas mujeres solas, algún que otro joven. 
         El día empezó temprano para Doña Maruca, como todos los días. Porque cuando se levanta, primero recorre algunos mercados y panaderías del centro en busca de pan y facturas que hayan quedado del día anterior para el almuerzo y la merienda. A las 10 pone la olla al fuego para que dos horas más tarde los platos estén servidos sobre las cinco mesas que ocupan el comedor.  Generalmente “las comidas tienen algo de carne picada o pollo” resalta Maruca. “En otros comedores de suerte si tiene papa el estofado”.
            Doña Maruca  decidió montar el sitio 18 años atrás al ver que la mayoría de la gente que vivía y vive en los alrededores comía del basural que se encuentra cerca. “Yo salía y veía cómo raspaban el pan que estaba verde y lo calentaban al fuego. Era muy feo ver eso y ver que el Estado no hacía nada. Porque esto, lo que yo hago, le toca a ellos en realidad”. Doña Maruca, que muestra signos de vejez a sus 63 años, mira fijo hacia adelante, frunciendo un poco las cejas y arrugando la boca, llevando las comisuras de los labios hacia abajo, en expresión de pena.
             El comedor “El sol” se encuentra emplazado en el medio de una gran extensión de tierra en el barrio Aeroclub. En el fondo están los animales; Maruca tiene cinco perros, cuatro chanchos, un chivo y un caballo. Ella comenta que si las donaciones no son suficientes, ella no tiene reparo en vender alguno de sus animales para darle de comer a “sus niños”. El comedor se sustenta solamente con las donaciones que recibe de entidades públicas y privadas. Maruca destaca las donaciones (a nuestro parecer pocas) de una empresa petrolera que está a algunos kilómetros del comedor,  pero nada del gobierno provincial ni municipal de Allen.
                     
Maruca da de comer a muchas personas, de distintas edades, también manda comida en tuppers para lxs niñxs, padres o madres que no acuden al comedor “por vergüenza” y ofrece paquetes de arroz, polenta o alguna caja de té a quienes vienen de lejos.