Es un gimnasio, no lo es tanto, o es más que eso; “El Gato” lo llama “Club Desamparados” y dice
que el único requisito para entrar es la portación de don, claro, no el don
prodigio sino más bien alguna condición, ¿extraña?, que no se adecua a los
parámetros establecidos como normales. Le gusta que sea así, y afirma que en
este lugar se reúnen los incomprendidos que sienten como si se conocieran desde siempre.
“El Gato” es preparador físico e instructor de KAPAP, es también
artista, masajista, dibujante, poeta, hombre, macho, egocéntrico casi en
demasía y lo reconoce; transmite seguridad, a nosotras que hablamos con él y a
lxs van a entrenar al parecer también.
Se mueve con agilidad delante nuestro para mostrarnos un poco de lo que
hace.
Entrena a hombres y mujeres pero su debilidad siempre serán
las mujeres. Con ellas tiene un sistema especializado de acompañamiento: las
clases duran entre una hora u hora y media durante las cuales practican ejercicios provenientes de distintas disciplinas, como el boxeo, kick boxing,
artes marciales, algo de entrenamiento militar. Se utilizan instrumentos “que
se encuentran en cualquier casa para que las mujeres puedan defenderse en una
situación de peligro", comenta el entrenador.
El gimnasio, además, es un lugar de juego; colgadas del
trapecio, las anillas o las telas, las chicas se distienden como cuando niñas
pero se vuelven feroces cuando golpean al entrenador. “Yo las entreno física y
mentalmente” se regocija “El Gato”; físicamente porque el ejercicio deja “una
consecuencia estética y se sienten más seguras”, mentalmente “se transforman en
guerreras” se ríe.
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