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jueves, 25 de septiembre de 2014

El hambre no espera

        “El hambre no espera” sentencia María Colipe, mejor conocida como Doña Maruca, mientras revuelve la olla de estofado que alimentará a más de treinta personas entre niños, niñas, sus madres, algunas mujeres solas, algún que otro joven. 
         El día empezó temprano para Doña Maruca, como todos los días. Porque cuando se levanta, primero recorre algunos mercados y panaderías del centro en busca de pan y facturas que hayan quedado del día anterior para el almuerzo y la merienda. A las 10 pone la olla al fuego para que dos horas más tarde los platos estén servidos sobre las cinco mesas que ocupan el comedor.  Generalmente “las comidas tienen algo de carne picada o pollo” resalta Maruca. “En otros comedores de suerte si tiene papa el estofado”.
            Doña Maruca  decidió montar el sitio 18 años atrás al ver que la mayoría de la gente que vivía y vive en los alrededores comía del basural que se encuentra cerca. “Yo salía y veía cómo raspaban el pan que estaba verde y lo calentaban al fuego. Era muy feo ver eso y ver que el Estado no hacía nada. Porque esto, lo que yo hago, le toca a ellos en realidad”. Doña Maruca, que muestra signos de vejez a sus 63 años, mira fijo hacia adelante, frunciendo un poco las cejas y arrugando la boca, llevando las comisuras de los labios hacia abajo, en expresión de pena.
             El comedor “El sol” se encuentra emplazado en el medio de una gran extensión de tierra en el barrio Aeroclub. En el fondo están los animales; Maruca tiene cinco perros, cuatro chanchos, un chivo y un caballo. Ella comenta que si las donaciones no son suficientes, ella no tiene reparo en vender alguno de sus animales para darle de comer a “sus niños”. El comedor se sustenta solamente con las donaciones que recibe de entidades públicas y privadas. Maruca destaca las donaciones (a nuestro parecer pocas) de una empresa petrolera que está a algunos kilómetros del comedor,  pero nada del gobierno provincial ni municipal de Allen.
                     
Maruca da de comer a muchas personas, de distintas edades, también manda comida en tuppers para lxs niñxs, padres o madres que no acuden al comedor “por vergüenza” y ofrece paquetes de arroz, polenta o alguna caja de té a quienes vienen de lejos.
        


lunes, 2 de junio de 2014

De mantras y fanatismos

La risa de la mujer locuaz se escapa entre palabras mientras nos cuenta que cada día de su vida está pensado para que transcurra de la mejor manera posible. Esto se debe a la inmersión cotidiana en el budismo de Nichiren Daishonin, una filosofía con raíces hindúes y japonesas que proclama que cada persona cuenta con las herramientas para mejorar su vida y así determinar su rumbo.
A una amiga mía le llega una invitación a la casa y le digo:
                -che, qué lindo esto, es una tarjeta re linda, súper artesanal-.
                -Me invitaron, no sé si ir…
                - Ay dale, ¡vamos!
                -Bueno, si me acompañás vamos.
             Fuimos. Era desde las 10 de la mañana hasta la tarde. Yo no entendía nada, si tenía que llevar algo para comer, una vianda, plata…caí con mates y galletitas porque no sabía qué onda. Llegamos y nadie estaba tomando mates; se notaba que éramos las nuevas. Estaban pasando un video histórico sobre la segunda guerra mundial. Yo siempre me había llevado historia, así que no entendía nada. Después de años y de estudio comprendí que el video era sobre cómo surge la organización Soka Gakkai luego de la segunda guerra. Las personas a las que estaban aludiendo en el video eran los maestros que habían tenido la organización en ese tiempo. Éramos las únicas personas que no entendíamos lo que estábamos viendo. Cuando preguntaron: ¿alguien tiene alguna duda? yo pensé, MILES, así que ni contesté, porque era como: bueno, explíquenme de cero.
                Amelia Macarena Bruna nació el 12 de noviembre de 1986. Fui la primera Macarena inscripta en el registro civil de Neuquén, ¡imaginate los años que tengo! Hace diez años que practica la rama del budismo de Nichiren Daishonin: no está rapada ni tiene una túnica que le cubra todo el cuerpo. Sí, es budista y no, no tiene ninguna imagen de buda en su casa.
        Macarena comenzó a participar asiduamente de las reuniones -núcleos generadores de felicidad (NGF)- que se realizan simultáneamente en todo el país y en todo el mundo los últimos sábados de cada mes. Ser miembro de la organización budista laica Soka Gakkai implica formar parte del gran objetivo de la institución que es la paz mundial y la felicidad de las personas, a través de la paz, la cultura y la educación. 
                Soka Gakkai cuenta con un centro cultural en la ciudad de Neuquén desde hace 20 años. Macarena explica que es una religión, al tiempo que una organización, en la que participan actualmente 1500 miembros. La institución funciona desde Patagonia Norte hasta Ushuaia, así como en otros 191 países del mundo.
"Hay una oración que hacemos todos los días a la mañana y a la tarde a través de la cual metafóricamente, vivencialmente, empapamos la vida del mantra; todos los aspectos que conforman nuestra vida, ya sea familia, afectos, objetivos económicos, materiales, todo lo que tu vida necesita lo regamos del mantra".
                Cada rama del budismo tiene su oración. A diferencia de otras escuelas, quienes adhieren al budismo de Nichiren Daishonin no meditan, sino que tienen una práctica más activa, que genera movimiento, energía y está íntimamente relacionada con la manera en que los miembros se vinculan con la sociedad y actúan en ella.  Este mantra u oración se denomina “Nam-myoho-renge-kyo” y se practica dos veces al día junto con un gong y un Gohonzon, una especie de pergamino que funciona como objeto de devoción.
                Nam-myoho-renge-kyo, que significa “devoción al Sutra del loto de la ley mística” es la capacidad que todas las personas tenemos intrínsecamente de poder trascender cualquier obstáculo. Macarena aclara que en realidad todos nosotros somos entidades Nam-myoho-renge-kyo con la capacidad de ser felices, pero comenta que no todas las personas nos reconocemos de esa manera porque justamente esa es la diferencia con quienes no creen en esta filosofía. A través de los lugares en los que nos movemos podemos contribuir a mejorar la sociedad, a mejorar los vínculos, a generar, en cierto modo, una esperanza de cambio. A partir de ahí, agrega Macarena, vamos actuando en consecuencia. 
                Al poner en práctica esta filosofía,  el estado más elevado de la conciencia que se reconoce es el de la Budeidad: descubrir la capacidad de ser felices en medio de la realidad cotidiana. Es un estado de vida que todas las personas tenemos, sólo que algunas no lo reconocen. Asimismo, los budistas Nichiren creen que también hay otros estados dentro de la persona.

         Si de llevarlo a la práctica se trata, un vivo resultado de ello es la audición radial infantil Sambaleleando, producida por nuestra entrevistada, junto a sus colegas de Comunicación Social. Sambaleleando imprime el respeto mutuo y la diversidad de culturas en cada uno de los  programas que se emiten por Antena Libre los sábados al mediodía. 
                En cuanto al fanatismo que nos inunda en la vida cotidiana, Macarena explica que hay que tener cuidado con el apasionamiento hacia los maestros porque al ser un vínculo ilusorio, en el momento en que esos maestros no estén más se puede romper la relación y la fe quedaría supeditada a la persona y no a las creencias. Siendo fiel a sus pensamientos, Maca comenta que en su casa no tiene ninguna representación de buda ni de ninguno de sus maestros.  Para ella, el buda es un personaje histórico, que no tiene ningún poder; “la figura de  buda es comercio, es negocio”
"No adoramos a nadie ni a nada, cada persona tiene la misma capacidad, no hay nada superior ni externo que nos de algún tipo de poder o beneficio. La adoración viene de poder invocar todos los días, de la práctica cotidiana. Genera tanto movimiento en cada uno, que empezás a orientar tus pensamientos, a ver lo esencial de las cosas". 
            Cuando le preguntamos a Macarena sobre qué piensa acerca de la muerte, nos contestó lo siguiente:

miércoles, 21 de mayo de 2014

Cuando llueve, inerte su cuerpo

No lo conocía más que por su nombre de pila, “El Peine”. Lo había visto algunas veces en el complejo ya que era mi vecino, pero sólo eso. Puerta abajo, chico muerto en la casa. Vecinas  horrorizadas,  amigxs que comienzan a llorar. Todxs lloran bajo la lluvia que aún no cesa .
Alrededor de las dos y media, el golpeteo de una puerta, luego las ventanas. Entonces me acerco a la cocina y al mirar por la ventana puedo ver lo que sucede; dos chicos golpean a puerta y ventanas de un departamento que se encuentra en diagonal al mío, sobre el ala contraria a la mía. Pero el inquilino del departamento 14 nunca saldrá.
 Ante la falta de respuesta, los dos jóvenes se inquietan, abren las ventanas para intentar ver qué sucede y no lo ven en la cama, golpean aún más fuerte. Se desesperan y le piden a la vecina del departamento de enfrente, que salía también a averiguar qué sucedía, que por favor llame a la policía, que luego de veinte minutos llega al complejo, en Mendoza y Canalito. Sin sacar el cigarrillo de sus bocas, dos policías se encargan de tirar la puerta abajo, no es una sorpresa, el chico del 14 ahorcado.
Oigo ruidos detrás de mi puerta, mi vecina de al lado salió y pregunta con preocupación qué pasa. Entonces yo, con descaro, sosteniendo una taza de té en una mano y un cigarrillo en la otra, le contesto que al parecer murió un chico. Para mi sorpresa ella comienza a llorar y mira hacia el ala contraria. Desde allí una de las vecinas, con la voz entrecortada escupe: se ahorcó -de verdad es como si lo escupiera, porque duele y desgasta-. Es incontenible.
Aparentemente “El Peine” se llevaba bien con varixs de lxs vecinxos, de algunxs era amigo incluso. Mi vecina de al lado, atónita con la noticia, con tono desesperado cuenta a lxs que estamos allí que media hora antes ella lo había acostado porque sintió que alguien se caía en las escaleras y era “El Peine”, que estaba mal. Pero que después de eso volvió a su departamento y no pensó que podía hacer una cosa así.
Mi vecina y la joven que le ha dado la noticia, también vecina, se miran con amargura, arde el dolor y es compartido, las dos con sus caras corroídas y los ojos desencajados. Y yo sólo veo sus caras, apoyada en la baranda, contemplando el dolor que no siento, escuchando sus llantos. Habiendo dicho, mi vecina,  que estuvo con “El Peine”, en lo que fueron al parecer sus últimos momentos con vida y por tanto, siendo al parecer la última persona que lo vio con vida, los cinco efectivos que estaban presentes se trasladaron con rapidez a “nuestro ala” para tomarle declaración. Yo vuelvo a mi departamento pero escucho desde adentro lo que les dice ella; de las palabras desgarradoras  de antes, sólo queda el discurso objetivo y medido del suceso, y no es de sorprender, la posibilidad de imaginar en su cabeza estar implicada en una muerte que inicia su etapa de investigación, la ubica en su lugar.
“El Peine” que pisaba los veintiuno, no era de acá, venía de Esquel y allá “El Peine” aún no está muerto, los policías no están acá y yo no escribo esto. La familia todavía no es notificada del hecho. El dolor se expande lento porque su efecto es seguro cuando llega a destino.
Policías que llegan se encuentran con los ya presentes; entre ellxs una mujer joven, que supongo perito porque con cámara en mano ingresa al departamento. Se sonríen al saludar, no tienen por qué disimular ser testigos inmunes de esta tragedia; al igual que yo, que no dejó de estar presente desde mi ventana.
Parado en la puerta del departamento 14, uno de los policías observa con la mirada apuntando hacia arriba y en dirección izquierda dentro de la casa, el cuerpo ilustre del muerto. De acuerdo a mi casa, él se mató en el baño. Me pregunto en qué piensa ese policía ahora. lxs amigxs del fallecido suben y bajan las escaleras, lxs chicxs se agarran la cabeza la mayor parte del tiempo y las mujeres suspiran en cada paso que dan, porque hace más de veinte minutos que la policía solicitó la ambulancia. Desde el único hospital público hasta acá hay alrededor de veinte cuadras. Pero qué importa, si ya no hay vida que salvar en ese cuerpo que comienza su etapa de descomposición.
Llega Julián, que antes era también vecino en este complejo de veintinueve departamentos. Comienza a decir, como puede, como se lo permiten las palabras que salen de a tirones, que “El Peine” le dejó un mensaje de voz en el teléfono diciendo que iba a ahorcarse. Por alguna razón Julián no pudo atender.
                “El Peine” acaba de morir también en Esquel. Un policía avisa a lxs amigxs, después de tomarles declaración, que  acaban de avisar a la familia y les solicita que se retiren a descansar. Se van todxs, a excepción de las vecinas que viven acá.
                Sólo un hombre vino a retirar el cuerpo ya demasiado inerte. Decide dejar abajo la camilla metálica que ha retirado de la caja de la camioneta ya que es casi imposible subirla. Toma la colchoneta de lona naranja que cubre la camilla y se dirige al departamento acompañado del policía que lo había recibido. Dos minutos más tarde el cuerpo es literalmente arrastrado escaleras abajo. Una zapatilla asoma. El roce de la lona naranja contra los escalones es lo único que se escucha en esta noche de gran luna. O será que el sonido del espanto resuena más fuerte.
                Luego de renegar alrededor de cinco minutos con la camilla que parecía no volver a entrar, cerraron la caja y los tres hombres volvieron a subir. Y ahí estaba “El Peine”, solo en la caja de la camioneta. Solo en la nada. El cuerpo, el hombre y la noche se van. Lxs gatxs vuelven a maullar, los autos comienzan a andar y el cielo está claro y fresco. El celular de uno de los policías suena, música clásica.

                Pronto le van a hacer una autopsia a “El Peine”. Pronto esto no será más que un pedazo de tiempo que fue.